No es que lleve yo muchos años trabajando de enfermera, ni que mi gran experiencia me permita escribir sobre ella.En mi corto trayecto en esta profesión, me hubiera encantado recordar a cada una de las personas que conocí. Sin embargo, mi memoria es traicionera y las caras, los nombres, las enfermedades y las palabras se van esfumando como el humo del tabaco. Y es por eso que quiero dejar aquí escrito, el recuerdo de aquellas personas que guardo en mi memoria y que han hecho que aprendiera tanto en tan poco tiempo. Porque en la vida se aprende. De eso se trata todo esto. Y en mi trabajo, yo he aprendido a llorar, a reír, a pelear, a romper reglas, a sentir...porque al final, los pequeños instantes son los que dan sentido a la vida. SARITA: la niña de mis ojos. El primer día que la vi, conectada a tantos cables con su pijamita azul, sentí lástima. Cuando supe que tenía leucemia con 3 años, el sol del verano, la playa y todo lo que me rodeaba dejó de tener sentido. Deseaba trabajar 24 horas para verla. Todos a su alrededor sentían pena, mientras ella sólo reía, saltaba, cantaba y bailaba aislada en su habitación del hospital. Por qué sentíamos pena de alguien tan feliz…Era ella la que debía compadecerse de nosotros. Todo cambió para mí ese verano. Llegar al hospital y escucharla decir “mayan” me llenaba el corazón de alegría. Abrazarla, contarle un cuento,cantar la gallina turuleca.. dormirla, ver Heidi mil veces a su lado…todo eso era más grande que cualquier cosa que yo hiciera fuera del hospital. Un día le ragalé un patito, y quiso dormir con él cada noche. Desde entonces, cada vez que me veía me decía: “Mayan…y pato?” para que yo lo buscara.Y es que nada era más fácil que robarle una sonrisa, ni más difícil que darle sus medicinas. Sarita se enfadaba, lloraba y al minuto te regalaba el abrazo más grande del mundo…Y yo me preguntaba…cómo es posible que esté enferma??. No puede ser… Me dolía el alma hacerle daño, pero ella lo entendía, mejor incluso que nosotros mismos. Entendía el sufrimiento que debía pasar a veces y nunca culpó a nadie de sus lágrimas. Las derramaba de dolor para luego mirarte con sus grandes ojos y su preciosa sonrisa y decirte: “mayan, cuenta cuento” MARIVI: la conocí en Oncología. Habitación 362-2, con la cabeza rapada por el tratamiento. Me pasé muchas horas hablando con ella y siempre me dedicaba una sonrisa al verme caminar por los pasillos. Fue la paciente más optimista que conocí. Nunca se derrumbaba. Empeoraba con los días; nada de lo que comía le sentaba bien ; tenía dolor; le costaba respirar. Pero ella seguía sonriendo, diciendo que pronto mejoraría. Hacía calor el día que la cambiamos de habitación. A penas podía tenerse en pie. Estaba hinchada de tantos corticoides…Se estaba apagando poco a poco, pero sus ojos seguían transmitiendo esperanza. Un día decidió pensar que empeoraba porque no estaba en su casa. Me repitió mil veces sin fuerzas que en su sofá, mirando por la ventana, con su ventilador, empezaría a mejorar. Un día comenzó a suplicar que la dejaran marcharse, cuando a penas tenía fuerzas para abrir los ojos. Recuerdo que todos le decíamos que ahí estaba bien, hasta que un día, después de verla la oncóloga y explicarle que debía quedarse ingresada, se echó a llorar y me dijo: “Maryann, intercede por mi, por favor,quiero irme a mi casa”.Y sentí...puf...sentí que tenía razón…si ella quería estar en su casa…quiénes éramos nosotros para tenerla en una triste habitación de hospital. Me costó hablar con su médico y dar mi opinión; pero finalmente llegamos a la conclusión de que era mejor que Mariví se fuera…y así lo hizo… Aun recuerdo cuánto le costó sonreir cuando lo supo. En una silla de ruedas, con su hijo y su madre al lado, se despidió de mí dándome las gNegritaracias. Al cabo de 1 día Mariví regresó. Su hijo la trajo nuevamente, asustado porque empeoraba. Perdió la conciencia y se apagó por completo….Pero cumplió su último deseo…estar en su casa, con los suyos, con su ventilador, sentada en su sofá, mirando a través de la ventana. MANU: Mi niño de 7 años. Guapo, testarudo, inteligente….asustado, divertido.Un cielo dentro de una carita rubia y unos ojos tristes. Tenía Leucemia y tuvo que pasar 1 mes en una habitación aislado. Escuchaba jugar a todos los demás niños de pediatría fuera de su habitación, y me preguntaba por qué él no podía hacerlo. Por él rompí las reglas de mi profesión…dejándolo comer pipas cuando lo tenía prohibido; llevándolo de paseo por los pasillos cuando no debía hacerlo; dejarlo ver la cabalgata de las fiestas a través de una ventana cuando debería estar aislado. Hasta le compré un piercing para la oreja porque era su ilusión…Y sí, recibí críticas y cuestionaron mi trabajo. Pero no me arrepiento. Porque su carita, su voz, sus ilusiones rotas, eran superior a mi deber. Y verlo sonreír un minuto, después de tantas lágrimas que derramaba a diario, era el verdadero fruto de mi trabajo. Para eso iba yo al hospital cada día, para hacer que fuera un poquito más feliz..de curarlo..ya se encargarían las medicinas… GASPAR: Un gitano loco…un patriarca testarudo, implacable, desafiante, pero de buen corazón. Consiguió todo lo que quiso del personal…y de mí…consiguió que me riera como nunca en mi trabajo. Y es que con él viví tantas anécdotas…palos de suero lanzados por el aire…súplicas para que le pusiera una sonda…y más suplicas para que se la quitara minutos después. Sólo quería hombres, sólo se fiaba de los doctores…y qué suerte tenía yo de vestir a mi compañero de turno con una bata por la noche y hacerlo pasar por el “Dr Aquilinus” ante él. Sólo así conseguíamos que colaborara. Y es que viví tantos momentos con Gaspar, incluso pasé miedo, cuando su hijo sacó una navaja y amenazó a mi compañero con “rajarlo”.Lo que me costó convencerlo de que la guardara…El clan de la familia cantando en la habitación, durmiendo por los pasillos o ligando con los acompañantes de otros pacientes…Gaspar asando castañas, adueñándose de su habitación 313, paseando con su manta llena de pulgas..y haciéndonos reír tanto..ése es el Gaspar que recuerdo. BENITO: joven, guapo, elegante, educado…pero vacio por dentro. Su vida, rodeado de dinero, lujos y estudios, no le dieron felicidad. Buscaba desesperadamente sentirse querido, con una familia que lo ignoraba y una historia de amor que lo trastocó, encontró refugio en el alcohol. Se bebía la colonia y buscaba el alcohol que guardábamos para ahogar sus penas en él. Cuando estaba bien…se pasaba las horas escribiendo cartas a su “amor”, recordándola, reviviendo su historia. Yo me preguntaba a veces dónde estaría ella entonces, y si pensaba en él aunque sólo fuera un minuto...porque él vivía para recordarla .Era tan tierno…cuántas horas pasé hablando con él. Cuántas cartas me leyó. Le encantaba leer, como a mí. A veces, cuando iba a verlo, me metía papelitos en los bolsillos de mi uniforme con los títulos de los libros que le habían gustado para que yo los leyera. Era divertido, ocurrente, educado y tierno. Era el príncipe de la planta…hasta que se fue apagando por al cirrosis. Estuve allí la noche que murió. Y recuerdo que, medio inconsciente, sin fuerzas y con su belleza deteriorada, logró esbozar una sonrisa…Benito fue prisionero de su propia vida...prisionero de sus errores...Esa noche sonrió porque no necesitaría más alcohol para escapar de su realidad, para escapar de su destino...Sonrió porque esa noche por fin sería libre…
Sería eterna esta entrada si continúo recordando.. y no quiero olvidarme de nadie, ni hay nadie más importante que otros, así que prometo publicar pronto el segundo capítulo y hablaros de Laura, Vero, Rosa, Avelino, Enrique, Fortunato.... y tantos más

2 Comments:

  1. Ali said...
    Dios mío Maryann, conocía cada una de als historias, pero hoy, al recordarlas al contarlas de manera tan especial y leerte, me has puesto los pelos de punta. Estas palabras sólo demuestran que cumples los requisitos de ser la mejor enfermera, porque te encanta tu trabajo, porque eres humana, y sobre todo, porque tienes buen corazón.
    M.s.A said...
    Preciosos relatos y vidas... A mi me pasa igual que a ti podria escribir un diario con la vida de los pacientes y quienes te marcan porque debido a nuestra profesion poco a poco tb ellos pasan a formar parte de nuestra vida...

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